BIENVENID@S

El hombre es un peregrino que ha emprendido un largo viaje: partió desde la piedra, siguió adelante hacia el vegetal y el animal y ha llegado ahora hasta la etapa humana. Tiene aún largo camino por recorrer para alcanzar lo divino, de modo que no debe detenerse.
Cada momento es precioso; cada paso debe llevarlo adelante y acercarlo a su meta.

miércoles, 8 de junio de 2011

El viejo, Pesadilla III…

… y se dio cuenta que estaba envejeciendo, su mirada se reflejó penosamente ante aquel espejo sintiendo que una voz le gritaba en sus adentros: “¿Qué has hecho?, ¡dímelo!
Pero él, no respondió. Volvió su mirada al suelo y contempló sus viejos zapatos.
Silencioso, su boca reseca y quemada, diluyó forzosamente nada, y en un resentimiento rasgado arrugó sus ojos para dar paso a una  insípida lágrima que recorrió su agrietada y negra mejilla, perdiéndose en su espesa barba apestada a guaro y nicotina.
Encendió una colilla de cigarro y tembloroso  se acomodó su vieja chaqueta con fragancia a orines secos, colocó su roto sombrero en su cabeza, y cabizbajo arrastró sus pies hacia la puerta que da a la calle y se marchó para perderse en la soledad sombría de aquella noche sin luna para nunca volver.
-Bu, bu, bu,  el tecolote le siguió con mirada de asombro.
-¡Papi, papi, despierta! Le sacudió con fuerza su hijo menor quien se disponía partir al colegio.
-Ummm. ¿Qué pasa mi’jo? Contestó adormitado aquel hombre.
-Papi, dame pisto, ya me voy a la escuela, solicitó el niño extendiendo su mano.
-¡Aah! Buscá en mi pantalón, ¿acaso, no sabes?
Y el niño se despidió contento dándole un beso a su padre, quien aún adormitaba de tan extraño sueño.
Se sentó y presuroso buscó sus zapatos. Les echó una ojeada y luego se dirigió hacia el baño para hacer sus necesidades. Mientras tanto, observaba  pensativo, sentado en la taza del sanitario, el espejo que estaba arriba del lavamanos.  Una voz le sacó de aquel momento divago.


-¿Donde estás, viejo? preguntó su esposa, quien le buscaba por su cuarto.


Aquella palabra le dio escalorfrío, pero  entibió su entorno con una sonrisa de payaso.


-Aquí estoy, respondió, apretando el tiempo.
Autor: Luis A. Guillén

martes, 7 de junio de 2011

El Llamado


El Llamado

Mi corazón tamboreaba sacudiendo todo mi cuerpo, mis ojos se resistían a subir cortinas por el lagrimeo que había secado sus pestañas. Muy torpemente mi cuerpo esquelético _alterado por la violación de las leyes_ hizo intento de incorporarse con un temblor imparable; después de tanta batalla, logré mi propósito. Dundo aún, me hallo sentado encogido de brazos cruzados, soportando un tormento espantoso, sobre mi desordenada cama. Mi largo y húmedo pelo apesta a porquería. Mis manos cadavéricas intentan débilmente sostener mi huesuda quijada. Mis ojos a media asta, en un vaivén sin control tratan de perder su mirada frente a un  sucio y descascarado espejo que se haya frente a mí, tratando de sintonizar mi rostro pálido y demacrado.    

Mi cabeza aún siente el mareo cansado por su vértigo inesperado de un aterrador desvelo de cruentas pesadillas. Mis pensamientos se niegan a asentar pie sobre la realidad presente, esquivando orgullosamente y sin cesar los duros golpes que durante la horrible pesadilla trataron de consumirlos en una depresión sin remedio que mas bien parecía la misma agonía de la muerte.

 Son las cuatro de la mañana,  signos de experiencias nocturnas me lo dicen, un bostezo se deja escapar en mi reseca garganta, crujiendo toda mi tráquea. Parece estar todo en silencio, la noche aún es demasiada fría y tenebrosa, mi escasa cobija rota, no logra detener la amenaza del ambiente que me abraza a carcajadas.   Poco a poco, mis caídos ojos abren paso a la claridad y ante ellos, la realidad les sonríe.  Son las seis de la mañana, un tímido rayo de sol se escurre entre las agrietadas paredes de mi cuarto, anunciándome que ya  ha amanecido.

Un escandaloso gallo bullanguero y gritón, de repente ha sacudido  mi cuerpo caliente y adormecido.  De pronto me vi jadeante como un  perro, la baba escurría por mi boca semiabierta. Rápidamente removí mi viejo colchón y pronto encontré el pacho de guaro que había dejado guardado en mi último consciente,  por si las moscas. Cómo náufrago sediento ingerí tembloroso  aquel veneno de destrucción progresiva, respiré profundo y después de un momento perdí la mirada ante una fotografía que yacía colgada de lado, en la pared.  Era mi querida Esquipulas, con todo su esplendor de luces vehiculares que adornaban con mil destellos de colores sus calles, efecto mágico que imprimió el fotógrafo Jorge Villeda.  De pronto, recordé los Presagios de Edgar Mata y un tic nervioso me hizo reaccionar ante ello y con lagrimeo de vergüenza y cabizbajo miré el envase de guaro caído a mis pies. Todo parecía ir  a la Deriva, como expresaba el Prof. Alfonso. Entonces comprendí que las Huellas del Destino de Guilver Salazar habían hecho mella en mí caminar sin rumbo.

 Pesimista y conforme, pensé que no habría vuelta de hoja, me incorporé como pude y lentamente apresurado, me dirigí a la puerta, la cual se hallaba asegurada por una tranca de cedro. Con mis manos temblorosas fui abriendo poco a poco aquel momento de la realidad.

 ¡Qué alegría! Mi pueblo aún estaba allí, estampado en un hermoso paisaje natural, con los guardianes montañosos del Miramundo,  La Granadilla, del Duraznal,  San Nicolás,  Tizaquín  y al fondo, el majestuoso cerro de Montecristo coronado de densas nubes. Una  tenue neblina refrescaba todo el valle de aquel amanecer. Frente a mí se podía apreciar  la antigua y majestuosa iglesia de Santiago y  la casa de los  Recinos, y conforme escudriñaba cada espacio natural y ambiental, pude recordar el Turicentro la Planta, la Cueva de Las Minas, el Cerrito de Morola,  el parque Chatún, el rio de Atulapa y los Espinos y otros caudalosos ríos que circundaban orgullosos la monumental Maravilla del mundo: la Basílica de Esquipulas,  que con su Cristo Negro fortalecían  la esperanza del vivir diario de quienes agobiados  le visitaban y veneraban devotamente. Todo aquello parecía una obra preciosa del arte pintoresco del inigualable Maestro Mario Salazar Grande.

-¡Aaaahhhh!, que tiempos aquellos, ¿Cuándo volverán?

Mis mejillas formaron sus camanances de alegría; mis oídos se afinaron  por un momento al escuchar por primera vez  la dulce melodía del chonte bobo, el canario y el clarinero relajero. Mi alma se sintió tan inspirada y vino a mi mente la blanca palidez, expresión sublime del saxo soprano Jorge Villeda y el canto de mi Guatemala, con la inolvidable concertina del Profesor  Beto: … “Es mi bella Guatemala el gran país…laralara… “

Conforme me exponía al tibio sol, el paso ruidoso de un grupo de abejorros que cruzaron sin permiso el patio de la casa, me recordaron la presencia de la Caravana del Zorro. El gallo bullanguero con sus gallinas hacendosas, cacareó al verme, como saludándome. El murmullo de las frescas aguas del río Tepoctún, llegaron a mis oídos.

Sentí por primera vez el rayo del sol que acariciaba sin cesar mi rostro reseco y pálido, ni siquiera intenté taparlo, era tan hermoso aquel momento. El aire fresco y juguetón de aquella fresca mañana parecía tan infantil y gracioso.  Me miré,  investigándome profundamente. Luego de un breve silencio, sentí nuevamente _como una recompensa_,  una metamorfosis, descrita por Juan Pablo Espino, que me entregaba  la llave del umbral para hacer el clic en lo  profundo  de mi pensamiento, abriendo paso hacia un mundo que ocultó mi realidad por muchos años de tristezas.

Torpemente decidí encaminarme hacia el parque de la Marimba de mi pueblo, como siempre lo hacía, lento y presuroso, todas las mañanas. Traté de alcanzar las bancas que adornaban su plaza, la cual se hallaba oxigenada por árboles frondosos de toronjo y matiliguate,  de flores blancas y moradas y el maravilloso palo de hormigo que hacía recordar el son chapín y la chirimía que clamaban los  llantos indígenas de nuestra tierra arrancados por aquellos terroristas españoles que olían a muerte.

 El paso de don Chus Cáceres y don Juan Duarte en sus briosos corceles, me recordaron la feria de mi pueblo, con su desfile hípico, sus moros y bullangueros desfiles de muchachos y muchachas que madrugaron para darle realce a la fiesta, haciendo tronar aquellos redoblantes y bombos; los cohetes y sonar de campanas  anunciaban las aves Marías en la colonial  parroquia Santiago.

No dejaba de sonreír, no lo podía creer; estaba allí sentado en aquellas  bancas del parque de mi pueblo, donde siempre, inconscientemente lo  había estado. Frente a mí,  el sol me sonreía con su fulgor, la gente que antes parecía indiferente, me saludaba con gestos y actitudes amables.

-¡Buenos días! señor
-¡Buenos días!

-¡Gusto en verlo!
-¡Igualmente!

Cada momento me tocaba el cuerpo y me pellizcaba, parecía que todo era un sueño.

 Sin darme cuenta mi vida había cambiado, ya no me sentía el hombre de ayer, realmente ya no era yo, el yo que siempre creí ser, ese yo que vivió en la muerte, en la oscuridad,  en la vergüenza, en la basura, en las humillaciones, en lo más oscuro de este mundo. Por fin, el Huracán que advirtió el Prof. Alfonso había pasado. Los estragos habían hecho lo suyo.

 ¡Ah, mi pueblo!, ahora lo recuerdo, fue esa fotografía de Jorge Villeda colgada en mi cuarto y los Presagios de Edgar Mata, que me hicieron remontar hacia aquellas  interesantes historias que don Vitalino Fernández, don Albino Gómez, don Carlos Muñoz  y las ocurrencias del Gran Maestro de Música, Tío Lalo, que con tanta sal y pimienta exaltaban con grandezas en sus programas sabatinos aquellas anécdotas maravillosas de mi pueblo.

  Ahora comprendía el verdadero sentido de vivir.  Mis ojos parecían tan despiertos, mi mente tan lúcida, mi sonrisa tan abierta y sincera. Entonces me di cuenta que estaba vivo.

Mientras apreciaba con extrañeza el esplendor de aquella maravilla ambiental y humana y experimentaba aquella dulce metamorfosis, un niño de escasos 7 u 8 años de edad, corrió presuroso hacia mí _ movido quizá por la curiosidad de mí presencia, así lo pensé_ se acercó sin miedo- y por un momento, vacilé…

-¿Será que es conmigo? ¿No se habrá equivocado? … Luego, tomó mis manos temblorosas y con aquella sonrisa angelical, colocó un libro sobre ellas, que al parecer estaba demasiado usado y viejo. Mientras lo hacía, no dejaba de contemplarlo, estaba tan maravillado de aquel momento, que quise convertirme en un poeta del amor como  César Paiz,; levantarme y hacer activar aquel momento con juegos, malabares y  mímicas como lo hace el grupo Aventura o tal vez podría  exaltar la obra de Dios con la grandiosa voz del  Prof.  Tony Velado y Víctor Ventura.

La emoción me embargaba en aquel momento, la sangre subía y bajaba aceleradamente, dentro de mis venas. Aquellas  suaves manos infantiles, me hicieron recordar, la sencillez y fineza de la madre Victoria de la Roca, a quien, el miedo se la robó; su sonrisa humilde y bondadosa, semejabba a doña Narcy de Pérez, aquella mujer ejemplo de caridad y amor al prójimo.

-¿Un niño? Me pregunté  ingenuo, extrañado y dudoso.

–Maestro, ¿Podría leerme un cuento? Suplicó aquel infante sin vacilaciones.

Aquella, fue una súplica inesperada que no podía negarse; me recordó  entonces a Chentío, un personaje que ha hecho historia en mi pueblo, por su sencillez y humildad, por su carisma de bondad y servicio por su amistad sin límites, virtud que siempre lo ha identificado. Aquel momento no dejaba de  estremecerme y suspirar de nostalgia, sentí que una corriente eléctrica recorrió toda mi médula espinal y me electrocutó un instante. Quise llorar, pero no pude.

En mis adentros, tañó fuertemente la palabra “Maestro”. Y sentí morir de alegría  o tal vez de tristeza. ¡No sé! ¿Acaso era en verdad un Maestro?

Bullicios y carcajadas escolares cruzaron mi mente atrapada en la muerte, me pareció encontrarme de pronto, con las sabias lecciones de moral y concepciones de la vida,  de aquellos labios tan tiernos y dulces de  María Isabel Martínez _  seño Chave _, en las  aulas del Colegio La Asunción. Las nobles enseñanzas de tantos maestros y maestras como: Seño Lucinda de Argueta, seño Noemí, el prof. Chalo, seño María Amézquita, Alicia Jiménez y tantos más…y así mi mente revoloteó por aquellas inolvidables aulas de mi escuela Pedro Arriaza Mata. Vino a mi mente la grandiosa historia de mi padre José Luis Guillén que a sus doce años de edad  adquirió el título de Maestro con sus primeros tres alumnos, tan pequeños como él.

Sentí  girar por última vez esa llave del umbral, que cerró también mi historia pasada refundida en el baúl de los recuerdos.

Tembloroso, levanté el libro y en un esfuerzo visual, enfoqué su pasta  arrugada y presuroso lo abrí y con ojos desorbitados busqué el índice, como si conociera aquella estructura literaria;  fui hojeando el texto, lento y mentalmente leía  uno a uno los borrosos títulos que hacían referencia a  Cuentos de Tierra Adentro,  El Sapo que quería ir al cielo, del escritor Juan Pablo Espino, mas abajo leí: Cuentos que Alimentan, Jorge Ubico en Esqupulas  del Lic. Israel Pérez,  Las Andanzas de un Mutero del Prof. Jorge Arquímedes Manchamé, Celajes del ocaso de seño Chave y así sucesivamente fui deleitándome de todos los títulos tan interesantes de cuentos, historias y poesías y manifestaciones  de realidad y fantasías que muchos escritores esquipultecos habían  dejado palpado en aquel hermoso texto tan bien redactados y editados, gracias al trabajo de revisión del especialista en gramática y literatura  el Lic. Daniel de Jesús Leiva. La expresión escrita que se interpretaba era tan elocuente y  tan especial como solo lo podría hacer la Profa. Argentina Vidal, seño Milita.

Mis ojos se llenaron de lágrimas saturadas de alegría y emoción. Mientras sucedía aquel acontecimiento entre el niño y yo, pude percibir a  Nicolás Rodríguez y Walter Guerra, que no quisieron perder por ningún motivo aquel momento tan pedagógico,  y afanosos buscaban todos los ángulos perfectos para dejar plasmado en una fotografía en sus página web de Esquipulas.com,gt y nuestraesquipulas.com,gt,  aquella maravillosa escena que sería parte de la historia.

- ¿Por qué no?  Le contesté, en una reacción retardada, mientras acaricié su  rostro, pues me encontraba preso por aquel momento y aún me resistía a despertar. 

Y fue así como después de aquel acontecimiento inesperado, sentí como las  fuerzas de MUCHUQUIL y  SANTIAGÓN, se apoderaron de mi voluntad  y decidí sin ruegos, ni vacilaciones levantar  la cabeza y enfrentar la vida como siempre tuve que haberlo hecho.

Desde entonces he ido mochando las hojas secas de mi pasado, y he esperado con ansias los retoños que con esperanza busquen  beneficiar la vida de los demás y la propia. Con ello,  dejé de ser el indiferente, el insensible, el apático, el engreído, el orgulloso, el patán, el mentiroso, el mediocre, el hipócrita, el rebelde y el necio.

Ahora había decidido sumergirme en el mundo de la educción, nuevamente  sentía el llamado más humilde y responsable, el llamado a ser        

   MAESTRO   

Autor: Prof. Luis Antonio Guillén Girón

lunes, 10 de enero de 2011

La Pesadilla de Manuel



De pronto se despertó asustado y su rostro reflejaba miedo;  jadeante como perro de juida, experimentó  una terrible pesadilla.

Se encontró en un hermoso  castillo, de esos de la Edad Media, con sus paredes de piedras y sólidas  habitaciones imperiales iluminadas con candelabros míticos que desparraman la cera como lágrimas de tanta represión cristiana y del reinado. En sus ambientes tan fríos, se apreciaban anchas y suaves camas, típicas de reyes y herederos.

Durante su recorrido se apreciaban amplios salones y jardines colgantes, custodiados por guardias de metal. El ambiente retumbaba de una inmensa orquesta de pajarillos de mil colores. Muchos sirvientes con hermosos trajes que se desplazaban por aquel lugar llevando tremendas viandas de manjares y suculentas comidas,  le reverenciaban a su paso. Los pasadizos en medio de los jardines de flores extrañas y hermosas, también estaban construidos de piedras  y a sus costados hermosas esculturas de grandes personajes griegos y romanos. Al virar hacia la derecha, se topó con un salón muy especial. Un señor y una señora vestidos de manera abultada, se hallaban sentados frente a frente en una larga mesa de madera finamente terminada, donde parecían inalcanzables el uno con el otro, devorando grandes pedazos de  carnero asado y deliciosos manjares, mientras salpicaban el aire de saliva de tanto griterío.  Unos muchachos: un varón y una hembra, forrados de grasa, glotones y groseros, se hartaban como fieras, las apetecidas viandas que yacían asustadas sobre bandejas de oro y plata, a un costado de aquellos señores que con su bla, bla, alborotaban y contaminaban el ambiente.

 El vino era abundante y exquisito, chorreaba escapando de aquellas mandíbulas de animales grotescos. La bulla de diálogos gritones, resonaba la acústica de aquel espacio sagrado, de tal modo que se hacían insoportables rechinando en sus oídos infantiles. Asustado se había arrinconado en aquel retumbante salón, atrincherado con sus manitas temblorosas, trataba de disminuir los sonidos apretando fuertemente y cerrando sus  ojos. En sus delirios depresivos, y pesadilla interminable murmuraba:

-“Esas grandes comidas, manjares, flores, animales, los trajes, las fiestas, la guardia,  ¿De dónde tanta riqueza?...Dios mío, ¡Socórreme! ¡No lo soporto! Crujió su grito al cielo y un trueno chispeante le hizo pedazos la pesadilla. En un abrir y desorbitados ojos, se había incorporado de su dura cama. Tocó su cara con sus sucias manos y tembloroso buscó la realidad de su sueño y se dio cuenta de que todo había pasado. Dándose un buen estirón,  acomodó sus viejos cartones y su almohada imaginaria (un duro suelo) se pegó a su piojosa cabeza para volver a dar paso a un nuevo sueño…así, sucio, hediondo y tiritando de frío, se fue quedando dormido sobre aquel espacio tan duro; la mañana abrió sus brazos para arrullarlo con un canto de cuna de la maravillosa orquesta natural de la aurora, acompañada del bullicio maquinal…y


Una muchedumbre hacia presencia en esos momentos, por aquel atrio de los lamentos:

-¡Tenemos hambre! ¡Queremos paz! ¡No más injusticia! ¡si a la igualdad!

¡Justicia, justicia, justicia!...

sábado, 8 de enero de 2011

EMISARIOS DE LA MUERTE

-Shhhhhhhh... Shhhhhhh...
Sus calles, ríos de lamentos con piedras que escupen tormentos, por la brisa fogosas de frìa sangre que somatan en sus rostros arrugados y polvorientos. El silencio es tan ruidoso, tenebroso y macabro que aquellos senderos de la colonia, parecen el averno.
Las noticias como palomas mensajeras que madrugan no mas canta el gallo chingòn que  tortura con el insonmio el sueño  de los vecinos que se espantò con la muerte y que a primeras horas comentan:
-¿Oyeron anoche, muchà? ¡Que se murió no se quien,! ¡que se lo llevaron, que lo mataron, que lo asaltaron, que la violaron, que le robaron, que le pegaron, que lo jodieron, que lo arrastraron, que lo colgaron, que lo…! Shhhhh....¡Imagínese, usted! Tanta chingadera nocturna.
-¡Ay, mis hiiiiiijos!,
-¡Va, solo eso faltaba! ¡La Llorona, usted! Brincos y brincos del mentado Cadejo y las  melodías enamoradas del Sombrerón pusieron los pelos de punta a todo el vecindario. Dizque era grande, que era chiquito, que era como mono, o como cochito, parecía trompudo, o tal vez cornudo, ¡Va, quien sabe!.
Como dicen por allí: “el pecado que florece desde la infancia, las ratas apestan a muerte, las zorras y comadrejas no dejaban sus malas costumbres y  son asechados por los hambrientos coyotes como feroces emisarios de la muerte, rondean aquellos caminos.

Vehículos polarizados en altas horas nocturnas estremecen a todo el vecindario, son los hijos del diablo, y de la muerte,  los emisarios.
-¡Ay no, usted! Mataron a fulano, también a mengano, y  que también a don Mariano, se llevaron al niño, y al otro también Y ¡al viejito!, ¡por dormido, usted!. No hay sosiego, parecen gatos ariscos y avispados a cualquier ruido o movimiento. No comen, no duermen, no rien, mas gritan de nervios, o saber que...

-Y ¿los cristianos, pues?
-¿Cuáles? ¡No hay, usted! ¡El tal Cristo, se fue!, nadie lo tragaba y nadie le daba.

-¡Ahh!
La luna tiembla cuando llega su día, los perros aúllan, y los gatos mueren  en tristes agonías; los tejados rechinan del miedo de la noche, mientras la brisa se vuelve tan silenciosa y terrorífica, llevando olores que apestan a muerte.
-¡Miren! Allá va doña Fide, lleva en sus manos un par de candelas benditas y un rosario en el pescuezo; y don Laureano todavía alcanzó llevar sus rajas de ocote y un poco de agua bendita, por si las moscas, pues en su casa le cortaron la luz por no pagar el impuesto. 
-¡Bueno!, y no dicen ¿que fueron las maras, pues?
-¡Por eso, doña Pancha, no le digo pues!
-¡La pobreza, usted! ¿o nó?
-¡Vaah! ¡No digo, pues! Usted no entiende ¡El chantaje! ¡El Chantaje!¡Eso fue!, ¡jú!
-y, ¿La autoridá, pues?
-¿Esa?, qué va!, parecen zopilotes, viendo que mierda cachan. ¡No mira, usted pues! Se pelean por los huesos y migajas que los emisarios les dejan,¡los verdes, pues!
-¡Miguelito, Miguelito!, ¡apuráte, patojo de mierda!, ¡no ves que se está haciendo de noche!
-¿Y, los zopes? ¿Aquí duermen, usted?
-¡Apiádate de mí, papachús, y también María! Pues no sabemos, si habrá, pa’ nosotros, un nuevo día.
Por la mañana, el niño contento se va para la escuela, pero antes le da a su abuela un papel que halló pegado en la mesa que decía:
Perdone mamá que no me despedì, me agarró la tarde, me fui al trabajo; pero no se preocupe,  salí acompañado de Dios, si no regreso, es que me fui con él. Los quiero mucho, hay le encargo, a mi patojo y... mi santa muerte.
-¡ijuela…!

domingo, 26 de diciembre de 2010

Tu cumpleaños, Manuel


-“Febrero 04 del año 1999.  


Estoy recostado sobre mi apestosa cama.  El olor nauseabundo a orines y ropa sucia me tortura constantemente sin piedad. Experimento la peor etapa de mi vida: la vejez, la soledad y el abandono. Los vecinos allá afuera  argumentan que estoy demente. Quisiera poder salir y gritarles que ¡no es cierto! Solo es cosa de la mentada muerte.

A un costado  de mi lecho, se encuentra una ventana toda sucia y empolvada, con sus dos puertas de madera con vidrio, asegurada con unos barrotes de hierro que hacen de mi cuarto, una perfecta celda. Un pedazo de cortina vieja, la medio protege contra los rayos solares. Sobre mi mesa, una candela está a punto de morir después de tanto ardimiento nocturno. 

Son las 5:00 am., el gallo del vecino me lo ha anunciado. Me siento un poco agotado y  aturdido por la intensa tos y fiebre que me torturaron casi toda la noche. Aún así, puedo sostener  mis ojos abiertos. Un portarretrato  casi inservible, sostiene la foto arrugada y amarillenta de mi pequeño Manuel. Es mi dulce compañía, mi esperanza, mi alegría; él siempre está allí, mirándome fijamente; un sonido leve parece escucharse, pareciera su voz o tal vez un arrullo para su padre. Mientras tengo vida, le observo detenidamente. Se ve tan feliz, con su trajecito nuevo. 

Recuerdo su primer cumpleaños, todo el ambiente estaba repleto de alegría y color: niños y niñas corrían, gritaban, jugaban y se divertían con la música de Cri-cri, el grillito cantor, mientras algunos reventaban afanosos la piñata de alambre y papel de muchos colores topada de dulces y sorpresas. 

Una hermosa joven repartía sonrientemente los deliciosos platos de pastel con sus tostadas de frijol con queso seco y salsa, acompañándolos con un rico fresco de horchata.  ¿y, yo? Ummm…Como siempre, me hallaba pegado como un estúpido perfecto junto a una botella de whisky,  haciéndola de payaso, aparentando felicidad de aquel alboroto, pero sabía, que no era cierto.

-¿Cuál fue tu deseo, Manuel? ¿Recuerdas, que te pregunté?
No me contestaste, pues aún tus pensamientos divagaban en el espacio azul del infinito, como el águila, disfrutabas tu libertad pura.

Y yo mientras tanto, me consumí en aquella porquería de líquido, y llegó la noche y la madrugada, y entonces desperté en este sufrimiento que ahora vivo. ¿dónde están, todos?...

lunes, 20 de diciembre de 2010

GRILLO VAGABUNDO


-“Esta es la historia de un pícaro grillo que se quedó dormido por sus desvelos nocturnos, llevando serenatas, celebrando los ocios del día; y de fiesta en fiesta lo alcanzó la madrugada. Adormitado o muerto cayó en puro sueño. De pronto, muy asustado, despierta atónito y gritando: ¡Qué terrible pesadilla!
- “¿Por qué dices eso?“ -Le pregunta la hormiga, que hacía un momento le había mordido una de sus patas. 

- Soñé que estaba en el campo y un pajarraco negro y picudo, quería devorarme como a un zancudo. Salté y salté como pudieron mis patas, pero me quedé enganchado en una garrapata. Al verme, el pajarraco se echó a reír de mi avería y sentí morir mientras me aturdía. A punto estaba de perder la vida, cuando me desperté, y aquí estabas tú y no sé… ¿Por qué?

- ¡Vaya! ¡Vaya! Que sí fue una pesadilla, pero mejor si te marchas, porque pronto llegará el día; pues ya remonta el señor sol  sobre  las montañas, y  las aves surcan los cielos en busca de su alimento, y ¡entonces!,  ¿qué harás con tu pesadilla? 

¡Y no te desveles tanto!, que la vida tiene  buenos y malos momentos en sus horas de trabajo y  descanso”.

martes, 30 de noviembre de 2010

Momentos felices

El Venadito de Cola Blanca

“Un día caminaba por la pradera, un hermoso venado de cola blanca, cuando de pronto divisó un pequeño pueblo. Se llenó de alegría al ver y escuchar lo que allí pasaba, pues parecía que estaban de fiesta. Los cohetes de vara y ametralladoras lo anunciaban. La bulla de parlantes y tambores resonaban por aquella pradera. Muy contento quiso dirigirse hacia aquel pueblito, pero un pensamiento cruzó por su mente y lo detuvo, recordó los consejos que siempre le daban sus padres desde que era un siervo.
-¡Ah!, no debo ir, es la fiesta de los humanos y si me miran, de seguro me matarán.
Muy triste, decidió continuar su camino. Un conejito que se encontraba cerca del lugar, observó la tristeza del venadito cola blanca.
-¡Oye!, no te pongas triste, le sugirió al venadito. Mejor disfruta de esta pradera, acaso, ¿no sientes la inmensa libertad que aquí se vive? El aire, las flores, los árboles, la hierba, las quebradas y demás animales, pueden ser tu mejor compañía. ¡Disfrútala, es tu realidad! No arriesgues tu momento.
El venadito cola blanca, agradeció y comprendió el consejo de su amigo el conejo y decidió olvidarse de aquella intención, para continuar con su rutina natural, y se perdió en el bosque, saltando y corriendo buscando su historia.
-¡Qué bonita historia!
-¿Te gustó?, bueno entonces prepárate para escuchar todas las historias, cuentos, y vivencias que me han sucedido en mi familia, en mi escuela y en la sociedad misma.

El sapito pelota

-“Esta es la historia de un sapito que nació tan panzón, que cuando daba brinquitos, rebotaba, ping pong, ping, pong,…”





El arcoíris tristón

-Era un arcoíris que tenía dos colores: uno negro y otro blanco, siempre vivía triste”, porque todo el mundo vivía en una guerra de discriminación y maldad. Uno decía que él era el más bonito que el otro.
Y así se discutían durante mucho tiempo. Un día apareció un enjambre de abejitas que con ruidosa presencia, traían un cargamento de  partículas de polen y las diseminaron en todos los valles, ciudades, ríos y montañas.
Cuando el señor sol se despertó por la mañana, tuvo una sorpresa enorme. Todo el paisaje estaba lleno de hermosas flores de muchos colores, el arcoíris tristón, también se emocionó, pues había sufrido una fantástica metamorfosis. Los colores de las flores se habían impregnado en él, a través del vapor que sube por las mañanas hacia los cielos.
Desde entonces, cuentan que cuando cayó la primera tormenta del invierno, los ríos y quebradas, llevaron los colores a todo el orbe terrestre para que así dejaran los humanos de estar peleando, y asì surgiò lo bello y fantástico de nuestra creaciòn que se hallaba escondido.

No llores mi niña

-Uñaaa, uñaaa, uñaaa,

Esta era una niña llamada Cecy. Cada vez que la visitaba su primito Manuel, resultaba llorona, tan llorona, pues su primito Manuel siempre la suladaba aruñando como gato, su blanca piel. ¡Qué tiernas caricias, verdad!
Sol vagabundo
-Dicen que un día, el sol de Jutiapa decidió irse de paseo al lago de Atitlán, y esperó la noche para invitar a la hermosa luna llena de Xelajú, para hacer mas tibia y hermosa la fiesta, y cuentan que cuando acariciaba a la luna, el lucero Alfa la miraba con recelo, y ella se sonrojaba de vergüenza, mientras la fogata del volcán de fuego les acobijaba sin cesar.



 
El rio profeta
-Cuentan que el Rio Tepoctún saciaba la sed a los coyotes, tepescuintles y venaditos del bosque, y mientras lo hacía, susurraba ruidosamente en sus oídos, las profecías macabras que oía del hombre de negocios, y llegó la globalización. Desde entonces, no se sabe nada de ellos.





Mi gato resentido

-Una noche, mientras dormía mi gato Spaiwar en el sofá de la sala, un pícaro ratón le hizo nudo a sus bigotes, desde entonces, lo venadea para devorarlo.






 

Una muñeca con suerte
Esta es la historia de una muñeca vestida de tul, que envejeció dentro de un baúl, nadie volvió a jugar con ella. Pero un día, unas manos angelicales la tomaron y se la llevaron a la radio maratón del juguete en una noche de navidad. Ahora vive feliz allá en la montaña, al lado de una tierna niña rural.











Mi lápiz chiquito


-Dicen que mi lápiz es muy grande, pero yo les digo que pronto será chiquito, y no me lo quieren creer.
-¡No, niña!, todos nacemos, y nos hacemos grande.
Y desde hoy escribo con lápiz chiquito, para tener siempre uno grande.



Un libro lleno de quejas

Mi libro dice que yo ya no lo quiero, pero eso es mentira, pues siempre en él, escribo.
Él insiste que no lo quiero, pero eso es mentira, yo siempre lo leo.
Hoy amaneció llorando, pues insiste en que no lo quiero, pero eso es mentira; siempre a la escuela, lo llevo.
-¿Qué mas quiere, pues?
-Y los demás…

Duerme, hermanito

-¡Mami! Lávame las manos, que quiero comer bananos,
-lávame la boca, que ya acabé mi sopa.
- Limpia la mesa, que ya me comí las fresas.
-Arrúllame en tus brazos, y lléname de besos, y
 llama a mi papi, que quiero escuchar sus cuentos.
-Buenas noches Diosito, quiero pedirte un favorcito,
 bendice a mis padres y a mis hermanitos,
a mis tíos y tías y a mis abuelitos,
¡y a todos los que amo!, mis dulces besitos.
-Cuídanos de noche y día
en nuestro duro caminar
-y no te olvides de nosotros,
para que haya siempre paz.  Amén.
-...Zzzzzzz.
-¡Al fin, se durmió mi hermanito!

La rosita

-Cuentan que un día nació una rosita y creció tan rápido que se vio solita; pero pronto aparecieron: los pajaritos, las mariposas, los gorriones y las abejitas, y dejó abierta su sonrisa, jugando a la ronda con sus visitas..




Papi, tú también puedes

-Hoy por lo mañana, al levantarme me asusté mucho, pues no veía a mi mamita, pues ella, siempre está lavando, planchando, costurando, cocinando, barriendo, llorando, cantando y hasta bailando.

Pero, ¡qué sorpresa!; mi papi estaba allí, haciendo el oficio de mi mami. Pero me puse triste, porque pensé que ella se había marchado, o tal vez se había enfermado.

-¡Que alegría! Mi mamita estaba allí, recostada en el sillón de mi papi, leyendo una emocionante historia, de mi libro de lecturas, mientras degustaba un rico café con leche, y una rica quesadilla.

-¡Mami, mami! …


Mi maestra

-Ella siempre llega temprano, es muy educada, y siempre está contenta. Saluda a mi papito, a mi mamita, también a mi hermanito. Y cuando lo hace, parece que los labios se le estiran mucho hacia las orejas. Sus ojos son tan hermosos, llenos de ternura y bondad.

Mi mami dice que así son las maestras. Por eso, siempre quiero ir a la escuela, porque deseo verla. Ella me quiere como mamá lo hace conmigo.

-¡Ah! También me enseña a deletrear muchas palabras, me enseña canciones bonitas, jugamos rondas, y nos pone a dibujar lo que nosotros queramos.

Cuando ella está, mi aula de trabajo, siempre está llena de alegría y color.
¡Gracias, maestra! Cuando sea grande, quiero ser como tú.


Mi abuela

-¡Sabes!, mi abuela es extraordinaria, siempre pasa contándome historias fascinantes. Hoy, cuando volví de la escuela, la encontré sentada en su viejo sillón, costurando una manta.

-Abuela, ¿Para quién es esa manta?

-Shhhh…¡Cállate! No hables en voz alta, que puede oírte tu mamita. Le estoy haciendo su regalo, pues mañana es su cumpleaños, y no tengo que darle.
-¡Ah! ¡Qué hermosa, te va quedando!
Yo quiero mucho a mi abuela, pues ella también me quiere a mí y a mis hermanitos. Nunca nos pega ni nos regaña, siempre está guardando cositas para nosotros: dulcitos, galletas y frutas. Espero que nunca se muera. Aunque mi mamita nos cuenta que todos tenemos que morir, al llegar a esta etapa de la vida.
¡Que buena es mi abuela! Siempre la querré. Bendícela Diosito.


Erase un verano

Cuenta la historia que un día el verano se quejó con Dios, porque ya estaba cansado de estar reseco, y que no soportaba ver que por su culpa, se estaban quemando las montañas y secando los ríos.
Dios, muy bueno como siempre, le aconsejó que no tuviera pena, pues eso dependía mucho de los seres humanos, y no de él.

Dicen que desde entonces, el verano ha decidido castigar al humano, haciéndole insoportable su vivir diario para recordarle que es tiempo de dejar la maldad..


Pollitos desobedientes

Un día salieron a pasear los pollitos desobedientes, sin permiso de su mamá gallina. Quisieron descubrir el mundo que les rodeaba, sin saber del peligro que corrían. En su alegría estaban, cuando:

-¡Zas!, el gavilán pollero sucumbió, llevándose a dos de ellos.

-¡Pio, pio, pio!, decían asustados, llamando a mamá gallina, quien al verlos, corrió en su auxilio, pero nada pudo hacerse, los pollitos desobedientes, perdieron otra vez, a dos de sus hermanitos queridos.
Desde ahora, siempre caminan bajo las alas de mamá gallina.


Dedos callejeros

Esta es la historia de unos dedos mugrientos y apestosos, que vivían en los pies de un niño que nunca se bañaba y ni se preocupaba. Razón tenía, pues carecía de casa, hermanos,i familia, comida, de todo, y su quehacer diario era caminar  por las calles buscando su sustento diario en toneles llenos de basura, recogiendo migajas de comida por doquier.

Pero, sus dedos eran felices al saber, que todavía tenían movimiento.

Pero un día, dejaron de moverse, el niño se había ido para siempre, su mirada quedó fija en el firmamento, con sus manos cruzadas, muy cerquita del pecho. Ahora caminaba hacia ese lugar donde no existe la indiferencia. Sus dedos están felices, son tan blancos y puros y pisan lo suave de las nubes.  Acompáñele tú, virgen santa.


Flor mañanera

Era una florecita tan pícara y risueña, que cuando se despertaba por las mañanas, dicen que abría sus brazos para abrazar el cielo.
Cuando el sol alzaba vuelo en lo alto de las montañas, un pícaro gorrión se le acercaba para coquetearla y besarla con anhelo, robándole suspiros, saber a caramelos.
Pero un día amaneció triste, pues sus pétalos comenzaron a caerse, advirtiéndole que pronto moriría. Pero una mañana, le sonrió un abnegado pajarito que la cortó para llevársela volando hacia el país de la primavera, en las altas montañas de las verapaces.
Y dicen que no murió…como un corazón blanco de nuestra patria Guatemala, en las montañas se quedó.


.
Dulce abejita

Katty, es una abejita muy buena, pero hay que tener mucho cuidado, cuando está enojada y de mal humor.


¡Ay, de aquel que intenta tocarla!, sentirá de inmediato, su aguijón.
Pero es tan tierna y dulce con las flores y sembradora de color, donde quiera que pasa, deja su buen sabor. ¿Sabes? Le dicen:  "la jardinera del amor, perfume de la primavera".


-mmmmmmmmmmm…

Las flores se mecen al compás del sonido de sus alas inquietas, que se mueven a una velocidad fantástica.


Katty, es una abejita muy buena, endulza también  el corazón de aquellos que viven congojados por tanta maldad e injusticias.
Dicen que el secreto de su dulzura está en que todos los días se baña con el rocío de las flores en las frescas mañanas del verano.

¿Verdad, Katy?...

-mmmmmmmmmmm…

Los insectos de la noche

Cuentan que la noche nunca está sola. Al marcharse el día, sus habitantes la alegran con su compañía. Aparecen de inmediato, las luciérnagas, que la iluminan como estrellas. Los grillos con sus incansables melodías adormecen la campiña, acompañadas con el croar de las ranas y el sonido grave del búho, las plagas de zancudos se asemejan al bullicio vehicular: Luego aparecen por los cielos, los ágiles murciélagos que como expertos aviones de combate, zigzagean en el oscuro espacio, y afanosos buscan las ricas frutas del campo. Salen las comadrejas, también los tacuacines, los conejitos y algunos tepezcuintles.

Cuando aparece la luna, la pradera se llena de alegrìa, todo parece un sueño, pero es real.

Y cuando aparece la aurora avisando a todo mundo que ya llegó la hora. Todos vuelan, corren y se alborotan buscando sus hogares, para reposar durante el dìa.
Los insectos de la noche buscan sus escondites para no ser comidos por las aves, pues eso lo han aprendido de las palabras sabias de sus padres.

¡Que hermoso será, el mundo de la noche!

Mi camita

Es tan suave y tan cómoda, con sus cuatro patitas, siempre está dispuesta a brindarme sus delicias.

Me transportan de inmediato, hacia el mundo de los sueños, mientras una suave brisa, me arrulla, cuando duermo.

Por las mañanas me abraza, en sus últimos momentos, porque un reloj tempranero, me mantiene muy despierto.

Después que me levanto, arreglo mi camita, pues así me ha enseñado, mi querida mamita.
Es la hora de la escuela, debo preparar mis cuadernos, degustar del desayuno, y cepillarme los dientes, darle un beso a mis papitos, e irme a la escuelita, alegremente.

¡Ahhh!, ya llegó la noche, nuevamente debo ir a mi camita, pero antes, debo rezar.




Un olvido inesperado.

Hoy fui con mis papitos a un día de campo: a disfrutar del viento y a contemplar los pájaros.

Me preocupé un poco, al ver a mis papitos discutiendo el olvido de la cantimplora, donde yacía fresca, el vital líquido, que si nos falta, la sed, nos agobia.

Se culpaban uno al otro, sin mirarme siquiera, después de un ratito me acerqué, para que me vieran.

Tomé la cantimplora y les ofrecí un traguito, pues pensé que querían, probar un poquito.
Que vergüenza pusieron, al ver lo que les daba, pues si hubieran dejado de pelear, se habrían fijado, que yo la cargaba.

-¡Que problema con el agua!, la verdad, es que el sol arremetía fuerte, y la garganta se secaba.

Desde ahora, he comprendido la importancia que tiene el agua, y trato de que no se desperdicie, en mi casita, por nada.

-¡Cuidemos, el agua!



El Niñito Contador
Aurelio, es un niño muy inteligente, desde que se levanta por las mañanas, inicia contando cosas. Cuenta de todo: chistes, historias, anécdotas, leyendas; también cuenta las casas, las calles, las personas, los animales, los trastos de la cocina, las camas, su ropa, los días, los pajaritos, los niños de la escuela, los libros, los útiles escolares, las ventanas y hasta el los días que faltan para su cumpleaños. Un día descubrió que tenía pocos dientes y que su papá tenía mas y se asustó porque pensó que se le habían perdido.

Su papi dice que será un gran matemático, pues siempre anda correteando a los números, con quienes juega a la suma, resta, multiplicación y la división, aunque a veces se enreda en la raíz cuadrada.

Siempre que juega con sus amiguitos, le gusta ser el primero, pues sabe muy bien que significado tiene ese orden. Siempre anda con su cuaderno de notas, pues allí escribe todos sus cálculos matemáticos.

Aurelio me cuenta que cuando sea grande quiere ser un comerciante como su papá, por eso desde niño quiere ir aprendiendo, para ser un buen trabajador y ganarse honestamente la vida.
Yo admiro mucho a Aurelio, es un niño muy formal en todas sus acciones, nunca bromea cuando habla del estudio. Pero le gusta compartir, jugar, cantar, reír, brincar, saltar, apostar, y desde luego, también le gusta ganar.

Participa en casi todas las actividades de su escuela. Siempre está dispuesto a colaborar.
Aurelio, es un niño ¡estupendo! Todos le llaman: El niño Contador.


La Basura:


Cuenta la historia que un día un viejito que caminaba por la acera, se paró en una cáscara de banano. Imagínense ustedes, que golpe el que llevó. Todas las personas que por allí pasaba, corrieron a levantarlo. Gracias a Dios no hubo grandes consecuencias.

Desde entonces, el viejito ha construido bastantes basureros de cartón, plásticos y otros materiales, con el propósito de colocarlos en todas las esquinas de las calles donde pasa la gente, para que ésta no tire basura en la calle y mejor la deposite en los basureros.

Dice el viejito que todos debemos velar porque nuestro pueblo no se ensucie de basura, porque esto le da un aspecto muy feo.

Todos los días visita las escuelas, con el fin de contarles a los niños lo que le sucedió. También sugirió que hablaran con sus padres, para que ellos también colaboraran con mantener limpia la escuela.

Y así toda la escuela se verá hermosa y limpia.

Desde entonces, los niños y niñas de la escuela, se volvieron enemigos de la basura.

¡No tiremos basura! ¡Cuidemos nuestra escuela y nuestra comunidad!


El celular de Virginia
Virginia es una niña muy inquieta, siempre anda pendiente de su celular. En la mañana, en el día y en la noche, ella no descansa sus ojos. Como una seguridad de almacén, está siempre pendiente al deslumbrar constante del celular.

Andrea me preocupa mucho, pues prácticamente se ha hecho esclava de un insignificante aparato de comunicación. No disfruta de las cosas hermosas que tiene a su alrededor, para ella eso ya no existe, pues su mejor ambiente es el celular. Su papá le ha llamado mucho la atención, pero ella no hace caso. Realmente es un caso perdido. A veces pienso que un día terminará loca o extraviada, sino controla esa emoción absurda de vivir con el celular. Para ella lo es todo, su amigo, su casa, su comida, sus canciones, sus mejores momentos. Dios se ha quedado lejos, solo viendo, ¿Qué será de esta pobre niña? Nadie puede controlarla, se ha robotizado. ¡Pobre Virginia!



La vieja olla

Hoy quiero contarles un poco sobre la vieja olla de cocer frijoles. Ayer mi mamá la convirtió una preciosa maceta. Al principio me puse triste, pues la olla ha venido sirviendo a toda la familia desde hace muchos años. Allí cocimos frijoles, caldo de pollo, ponches, plátanos en leche y otras cosas más. En verdad, la olla ha sido muy servicial. Pero últimamente estaba funcionando mal. Dice mi mamá que se debía a que ya era muy vieja y los empaques ya no servían, a pesar de que le compraron muchos; pero nada de eso funcionó.

-Mami, ¿Por qué hiciste maceta a la olla?
-Umm…La verdad, me dio lástima tirarla a la basura, ya que ella ha sido como parte de la familia, y de algún modo habría que dejarla con nosotros, y que mejor forma que convertirla en una linda maceta para poderla apreciar siempre.
-¿no crees, mi’ja?
-Si, mamí, creo que se ve mejor.
Dice mi mami que ayer, mi papi trajo una olla nueva, recién salida de la agencia. Como esa olla, también vino, la que hoy se dedicará a guardar unas hermosas plantas. ¡Que curioso! en este mundo, todo sirve.
Gracias a mis papis, porque siempre aman las cosas de la casa, especialmente nos quiere mucho a nosotros sus hijos.

-¡Mami, mami!, se queman los frijoles!...

-¡Hijuela!...